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viernes, 15 de enero de 2010

La justicia es algo muy difícil y de enorme complejidad, un camino lleno de meandros, piedras y recovecos. Por eso, transitarla resulta una ardua tarea, para la que se ha de ser un especialista. Aun así, hasta los más versados en derecho difieren con respecto a multitud de apreciaciones, resoluciones, autos, decisiones judiciales, diligencias o sentencias sin que nadie sepa el porqué de las mismas o emitan opiniones al respecto absolutamente equivocadas. Así es la Justicia, y por eso mismo, para proteger a los imputados, reos y procesados y afinar en las resoluciones, existen diversas instancias a las que recurrir o apelar; teniendo de facto que ser la determinación condenatoria de manera irrefutable, sin el menor atisbo de duda sobre la autoría o comisión de los hechos juzgados.
Lo extraño, lo que realmente convierte a la justicia en algo incongruente es que se enfrente de manera radical y subterfugia al sentido común. Porque cuando la justicia se enfrenta al sentido común, se nos aparece como una afrenta a la inteligencia y dignidad humanas. Últimamente no han faltado ejemplos, en las que las resoluciones han llenado de estupor a la ciudadanía, y eso tiene una respuesta, con sentido común, el que juzga es un ser humano como los demás, con sus virtudes y defectos...

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