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domingo, 30 de noviembre de 2008

Navidades....sin blanca.

Piensan los españoles que la crisis económica afecta a otros y sienten peor el ambiente que la situación personal. A los demás les va peor.
No es éste un país que se arredre ante las dificultades. Por mucho que nos quejemos (y, lo hacemos a todas horas, en el bar, en el trabajo, en la cola...), nuestra personalidad se ha forjado, entre pobreza, ingenio y mala vida. De hecho, el ciudadano medio se siente algo a disgusto cuando las cosas le van realmente bien: existen más supersticiones en éste país respecto al dinero que respecto al sexo. Se oculta, o se derrocha. Se aprovecha para algo inútil, ese capricho que nadie puede entender o heredar. Los premios de la lotería se invierten en lo más necesario, con urgencia, o, por el contrario, se deja ir en repartos, como si en lugar de una bendición, se tuviera un cierto castigo divino. Quizá sea una reacción a la envidia, que se adhiere, pegajosa, a la buena suerte de los demás.
El dinero se ha asociado siempre a la comida, y sobre todo, a la ingesta de carne. Los hidalgos contemporáneos, cuando algo les va bien, comen jamón del bueno, con el miedo de que pronto los chinos nos dejen sin él y la ansiedad de quien ha visto limitado los placeres de la vida.
Malas noticias para la cultura, porque todos los estudios indican que si la psicosis de crisis sigue calando, se seguirá comiendo bien, ahogando las penas en el buen yantar y el beber que se pueda permitir cada uno, recortándose en seco los gastos en otro tipo de ociosidad: mientras el comer consuela, un libro, un espectáculo, el cine o un viaje, distraen por un rato.
La mente engaña al estómago, pero este vence sobre todas las cosas. La huella genética del hambre se arrastra por generaciones.
Con la crisis del miedo y restricciones los "clientes" (raza indómita) no invierten, no compran, no acuden a los espectáculos...
Para cuando las carteras se abran de nuevo y se compren "cosas", las hormigas listas habrán vivido una renovación de estilo, de estética, de vida "tal y cual", y de nuevo se podrá hablar de resurgimiento. 

sábado, 29 de noviembre de 2008

"Yo no tengo nada contra las mujeres, pero a mí no me opera una cirujana..."
"Yo no soy racista, pero no toleraría que mi hija es case con un negro..."
Lo dice mucha gente, lo piensa casi todo el mundo. Esas ideas parecen ser contradicciones, pero obviamente no lo son, porque el que dice lo primero parece ser que si tiene algo contra las mujeres y el otro si es un racista.
Las contradicciones burdas son poco dañinas de puro ostentosas y torpes, a veces solo son mentiras.
"Yo apenas veo la televisión, la única que veo es La2".
No, no es cierto, miente como un bellaco, La2 la vemos un cinco por ciento de la población, los demás prefieren la programación basura. Pero, está bien decirlo, porque con respecto a la tv., la gente alaba lo que no ve y critica lo que consume.
Salvando las distancias, algo parecido le ocurre a la gente importante que se muestra implacable con la moralidad y que es descubierta un día como consumidor de pornografía, o que acude a determinados sitios donde se les presta servicios sexuales cuanto menos que "raritos".
Quizá en éste caso la palabra sea hipocresía, que es una contradicción inmoral, que esconde el que la protagoniza. El problema es cuando uno mismo realmente no es del todo consciente de su propia contradicción.
Pensar una cosa y hacer otra -la esencia de la contradicción- es uno de los defectos humanos por excelencia. Pero no por común deja de ser perturbador. Interesa despejar la mente de contradicciones y caminar hacia la coherencia (palabra más usada que comprendida y que significa ausencia máxima de contradicciones).
Conviene no ignorar inconsistencias y saber que el primer paso para desactivar una contradicción es reconocerla; porque mientras pensemos que "no somos racistas, pero..." es que sí somos racistas.
-El Ojo que todo lo ve-  

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El sino del ser humano es construir su propio destino...

Cuando partió de su tierra olvidó llevar una maleta consigo. No pasó a recoger ropa limpia, ni ordenó un neceser con artículos de higiene personal. Se sentó en la playa y no se preocupó de comprobar si tenía guardado el billete de viaje. Ser inmigrante tiene su ventaja: en la patera no hay revisor, lo único que portaba era un cúmulo inmenso de proyectos, rebosante de sueños e imágenes estereotipadas. Y es que el equipaje de los ilusos suele ser ligero. Desafortunadamente, como cualquier otro equipaje, también, puede ser robado.
Sabía que su destino no era el Paraíso, pero podría encontrar una oportunidad si se sacrificaba y trabajaba duro. Cualquier cosa era mejor que quedarse en su tierra sin hacer nada, sin un empleo, sin un trozo de tierra que cultivar o sin un pedazo de futuro que atisbar.
Para ello estaba dispuesto a jugarse la vida en el viaje. Su problema fue emigrar en un tiempo eqivocado. Hace mucho, los hombres transitaban la tierra libremente, las fronteras eran difusas y los "papeles" se reducían a las aptitudes y necesidades de las personas. Abraham no tuvo que legalizar su situación para entrar en Canaá, ni se encontró a un policía que le impidiera el paso.
Por mucho que los indios de América consideraran la presencia de españoles, británicos, franceses o portugueses de "irregular", nada les impidió a éstos construir imperios. Los europeos, que también anduvieron por África de "visita", desde épocas inmemoriales, fueron expertos en migraciones, pero, Europa, hoy se ha hecho más vieja y más cínica.
Ante un problema tan complejo como el de la migración, Europa ha buscado la opción fácil que tranquiliza al ciudadano celoso de su empresa, empleo y paz social, esto es, aislar físicamente y ocultar al indeseado visitante o "alien".
La nueva directiva europea aprobada este año, marcará una dirección injusta e inhumana. Injusta porque no requiere la sentencia de un juez e inhumana porque no respeta el derecho universal de libertad. Desgraciadamente, por mucho que traten de justificarla algunos políticos el documento está dentro de la filosofía de criminalizar al inmigrante y considerar la inmigración ilegal, como delito o una pandemia.
Una directiva hipócrita porque se elabora ahora que las modernas economías occidentales han entrado estrepitosamente en crisis. Es sabido que las cíclicas hecatombes capitalistas (por avaricia) acaban pagándose en los más desfavorecidos. Los políticos exigirán ahora lo de siempre: congelación de salarios de funcionarios y otros profesionales la administración, sanidad, seguridad, etc., públicas; recortes de algunas pensiones; flexibilidad en el mercado laboral y austeridad prespuestaria en general en el gasto de bienestar y social, claro está. En materia de extranjería, lo que viene...el freno a la inmigración. De manera que Europa, ahora que no los necesita, está dispuesta a recibirla con la cárcel. Precisamente a aquélla que contribuyó hasta no hace poco a un periodo de crecimiento económico y del bienestar sin precedentes...
Los menores también podrán ser internados y deportados, vulnerándose así, sus derechos reconocidos en varios convenios internacionales.
No pretendo hacer apología de la inmigración ya que ésta no debe ser un proceso smetido a juicio, precisamente por su propia entidad de realidad. Las migraciones son circunstanciales al ser humano y lo digo desde el prisma de conocedor de la problemática "a pie de calle".
Pero...es propio del ser humano (o del iluminado de turno) imponer reglas artificiales, normas que van contra el equilibrio natural de las cosas, ritualizar y estructurar cualquier fenómeno natural o del pensamiento que afecte a hombres y mujeres. Vanidad obvia...jugar a ser "Dios".
No se dan cuenta de que en la actual situación de desigualdad mundial y, sí, no se acude a tiempo, en origen, a paliar la hambruna, la inmigación va a seguir siendo un hecho inevitable y pero aún, generadora de muchos conflictos futuros.
Que busquen las causas y actuen en consecuencia. Lo contrario si es ser demagogo, parchear, violar a su paso derechos internacionalmente reconocidos, que, paradojas de la vida, nos vamos o se van a defender a la "Conchichina", aplazando soluciones, para acallar a algunos sectores de la población, de manera que el problema se va agigantando, y que... en algún momento engullirá a todos aquellos que ahora cojen el mando de la televisión para cambiar de canal cuando en el que están viendo sale la noticia de la llegada de otra "patera" o "cayuco" y que se abstrae con esa otra noticia de la "turista" que viene luego a ejercer de meretriz o ese otro "viajero" que lleva un "taco" de billetes...
Ya tenemos al "niño chico" de la Crisis...la inmigración. Pero, la de "los tiesos" inmigrantes(parece ser que la otra no tiene nada que ver...), a los que se señala implícitamente como responsables de la Crisis, más sensibles al desorden y al abismo antisocial.
Al aumentar el paro se piensa que hay que reducir la mano de obra extranjera para dar trabajo al nativo (cuando a la mayoría de estos les cuesta, ahora, asumir las tareas penosas que venían realizando aquéllos)....
Nuestro inmigrante del inicio, hoy languidece en un centro de internamiento o está a las veintiuna treinta horas cerca del almacén de Mercadona para aprovechar la basura, ada de lo que le rodea es suyo, ni siquiera su dignidad como ser humano ni menos, sus ilusiones, tan lejanas ahora...Ahora no sabe si quedarse o volver...
Quizá amén del equipaje, él se perdió asimismo en el viaje y lo único que desea es volver a ser libre, puesto que de una cosa si está seguro: emigrar para buscar un futuro mejor, no es delito.             

viernes, 21 de noviembre de 2008

EL EJERCICIO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN DEBE IR TAMBIÉN
ACOMPAÑADO DE UN SENTIDO DE RESPONSABILIDAD.................
"SI TODAS LAS PERSONAS NECESITAN CONOCER LAS LEYES, PUESTO QUE SU DESCONOCIMIENTO NO LAS EXIME DE LA OBLIGACIÓN DE CUMPLIRLAS, TAMBIÉN ES LÓGICO QUE DEBAMOS POSEER LOS ADECUADOS CONOCIMIENTOS PARA CONVIVIR CON NUESTROS SEMEJANTES, PUESTO QUE SU DESONOCIMIENTO NO NOS EXIME DE DICHA CONVIVENCIA." 
"EL DEBER DE UN BUEN ABOGADO ES CONOCERSE LA LEY AL DEDILLO. EL DEBER DEL MEJOR ES SABER...SALTÁRSELA."
Se acusa a la política adoctrinadora de la pérdida del sentido patriótico y religioso. Me parece una acusación injusta; la realidad viene a ser lo contrario, por haber perdido antes esas cualidades es por lo que la gente se pronunció en su día en favor de ella. Cualquier pretensión de adoctrinamiento obligatorio, ahora, resulta irrelevante. No es la doctrina la que explica el comportamiento ciudadano, sino que el dicurso oficial aparece para legitimar lo que ya existe. No se le puede achacar al Estado la pérdida de moral, ética y valores, cuando hace tiempo que ya se había perdido en la calle y en las casas. Cuando poder y ciudadano coinciden en un mismo imaginario el poder puede durar mucho tiempo con tal de no forzar las cosas y por el miedo a poder actuar con total libertinaje.