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viernes, 21 de noviembre de 2008

Se acusa a la política adoctrinadora de la pérdida del sentido patriótico y religioso. Me parece una acusación injusta; la realidad viene a ser lo contrario, por haber perdido antes esas cualidades es por lo que la gente se pronunció en su día en favor de ella. Cualquier pretensión de adoctrinamiento obligatorio, ahora, resulta irrelevante. No es la doctrina la que explica el comportamiento ciudadano, sino que el dicurso oficial aparece para legitimar lo que ya existe. No se le puede achacar al Estado la pérdida de moral, ética y valores, cuando hace tiempo que ya se había perdido en la calle y en las casas. Cuando poder y ciudadano coinciden en un mismo imaginario el poder puede durar mucho tiempo con tal de no forzar las cosas y por el miedo a poder actuar con total libertinaje.

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