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lunes, 15 de febrero de 2010

Nuestra clase política y algunos ejectuivos y mandos intermedios viven instalados en la licantropía. Y sin que les afecten los ciclos lunares. Nuestros representantes, administradores, encargados, jefes de servicios, coordinadores, supervisores, etc., practican esa estrafalaria transformación a " hombre lobo ", cada día. Hay algunos a los que nada más tomar el café de la mañana y despedir a su gente con un beso humano, las mandíbulas les empiezan a emitir crujidos y los colmillos a hacérseles los dueños de la boca. Viven sus ocho, diez, doce o catorce horas de intemperie política y profesional en plan lobo. Olfato afinado, uñas poderosas y orejas en pico para captar el menor rumor. Pasan el día entre tarascadas y por la noche ( o por el día ) regresan a su cubil con los ternos hechos jirones y sabor a sangre en el paladar.
Allí se recompondrán y podrán permitirse ser en verdad quienes realmente son debajo de ese disfraz de cerdas y garras. Pero yo sólo veo al licántropo, al hombre lobo o a la mujer pantera.
Hay algunos perennes, que les da igual que la Luna esté llena o en cuarto menguante. Siguen en su tesitura las veinticuatro horas del día. Su radar olfativo no deja de hacer aspiraciones mientras marcan una y otra vez el territorio, como los depredadores, compulsivamente.
Está descripción también es extensible a otros muchos sin responsabilidades de mando o coordinación, como mucho con carguillos intermedios de la administración, seguridad o sanidad... Cuando las cosas les van mal, apelan a conspiraciones o a sospechar de todos sus compañeros y compañeras ( normalmente mucho mejores profesionales y personas que ellos ), pensando que les " están haciendo la cama ".
El argumento de la conspiración o similar es el recurso del inseguro, la salida de lo vacío, la tramoya del que no ve más allá de su nariz y de quienes en vez de funcionarios o empleados se creen los dueños y amos del cotarro.... que no es más que un caserón de fantasmas. Cosas de adalides, con caballos de bronce y judeomasónicos con la lengua bífida y rabo puntiagudo.
El oficio de férrea vocación de hombre lobo, requiere mucha agudeza y no dejarse llevar por el primer arrebato o la primera idea que se le pasa por la frente. Entre otras cosas porque esas ideas siempre serán anticuadas, trasnochadas y se les habrán ocurrido a otros miles de veces, significado asimismo que ya está todo inventado...
AL LOBO, QUERID@S MÍ@, NO LO HACE LA PELAMBRE, SINO LA ASTUCIA Y UNA TARASCADA NUNCA PUEDE SER UN BOOMERANG..........  

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