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lunes, 4 de junio de 2012

EL ÍDOLO DE LA INIQUIDAD

RESULTA acongojante pensar que todos los sufrimientos y zozobras que padece nuestro mundo los provoca algo que no tiene una realidad física, algo que en sí mismo no vale nada y que no es sino un signo creado para " representar " el valor de las cosas: el dinero. Los estragos de la llamada " crisis económica " no están causados por realidades ciertas, al modo de los esstragos ocasionados por una epidemia, una guerra, una sequía o un terremoto, sino por una convención de naturaleza ficticia: si mañana los " reyes de la tierra " decidieran mancomunadamente condonarse sus deudas dejaríamos de sufrir; y el orbe seguiría funcionando como si tal cosa. Pero esto ( bien lo sé ) no va a ocurrir nunca; pues el dinero, que en su origen era tna solo un signo que representaba el valor de los bienes, ha sido elevado a la condición de " ídolo de la iniquidad " ( " Mammona iniquitatis ", en expresión evangélica ); es decir, se ha desligado de la riqueza real, se ha "espiritualizado " ( en el sentido demoniaco del término ) de tal modo que puede multiplicarse sin que los bienes que representan se hayan a su vez multiplicado.
Sobre esta multiplicación del dinero, que se vende, se compra y se alquila, desligado de los bienes reales a los que en origen representaba, se funda el orden económico y de mercaderes modernos, que en su esencia es una ficción, una estafa o un ectoplasma. Leonardo Castellani explicaba el mecanismo de este fraude: " El Rey Guillermo III necesitaba 1.200.000 Libras esterlinas. Se las prestó un prestamista judío de Frankfurt llamado Rothschild, con esta condición: el Rey recibía esa cantidad en oro, y la debía a Rothschild. Rothschild recibía autorización para emitir 1.200.000 billetes y prestarlos; eso se llamó el activo del Banco. De modo que se ve palmariamente que el dinero se ha multiplicado: es decir, el Rey tiene 1.200.000 Libras en oro; y las gasta; el Banco tiene otras 1.200.000 en billetes, y los presta; y el Rey sigue debiendo 1.200.000 Libras esterlinas ". El dinero se ha duplicado, como por arte de magia; pero los bienes no lo han hecho, por lo que los bienes pasan a costarle doble al consumidor.
" Los banqueros -prosigue Castellani- se dieron cuenta pronto de que la gente que pone dinero en los bancos, para que ellos lo vendan o alquilen, no lo saca de golpe. Como máximo un cinco por ciento o un diez por ciento es exigido al banco habitualmente como reserva, contando con lo que entra habitualmente. " Pongamos un veinte por ciento para mayor seguridad -dice el banquero-, por lo tanto podemos alquilar el ochenta por ciento "; es decir, podemos alquilar dinero que no existe, que le llaman crédito. El Banco presta y saca dinero del préstamo, no solamente por todo el activo que tiene, sino por cuatro veces más de dinero que no existe y de bienes que son ficticios. Suponiendo que tiene veinte libras depositadas, que son reales, hace préstamos por cien libras; y cobra interés. No solamente fabrica dinero del aire: dinero fantasma ". Esta gran fantasmagoría es la que ahora se derrumba ante nuestros ojos; y la que los inicuos adoradores de Mammón tratan de mantener en pie a toda costa, mediante el único procedimiento posible: saqueando los depósitos cada vez más exhaustos de la riqueza real. Los llamados " recortes ", o en versión aún más eufemística " reformas " ( aumento de impuestos, rebaja de los salarios, saqueo de los ahorros, etc. ), no son sino intentos desesperados de dar " corporeidad " al dinero fantasma que previamente fabricaron de la nada ( papeles y más papeles ), dinero sacado del aire que ahora necesitan que se " manifieste "; y, para " manifestarse " necesitan arrancarnos libras de nuestras propias carnes, como hacía Shylock, el personaje de Shakespeare.
A este sistema usurario que encumbra el dinero como ídolo de iniquidad solo podrían ponerle coto los gobiernos. Pero los gobiernos son cooperadores necesarios y lacayos de las grandes finanzas, esos " zocos financieros " en los que operan actores cuyo " patrimonio " ( en realidad, una acumulación inmensa de dinero fantasma ) es superior al producto interior de muchas naciones; y cuyas decisiones, tan arbitrarias como implacables ( subidas de la prima de riesgo, etc. ), a la vez que esquilman la riqueza de los países, hacen tambalear sus gobiernos. Y así, con los gobiernos convertidos en patéticos zombis y los mercados financieros dispuestos a succionarnos hasta la última gota de nuestra sangre, nuestro destino no es otro que la esclavitud, mucho más terrible que la hasta ahora conocida; pues los esclavos de antaño trabajaban a cambio de la seguridad de la subsistencia y la posibilidad de la manumisión; y esa seguridad y esa posibilidad no la tendremos.
-Lord Lancaster-

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