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jueves, 24 de febrero de 2011

Soledades

Por propia decisión, porque la sociedad civil se ha vuelto insolidaria o porque le van mal las cosas, cada habemos más personas que vivimos solas. No tengo nada más que echar un vistazo al vecindario del edificio donde tengo mi residencia...
Un viejo delincuente de la zona, al que varias veces detuve, me contó no hace mucho que había dejado de entrar a robar en los pisos en los que vivía gente solitaria porque depués de desvalijar la vivienda le entraba pena por la situación patética del inquilino y se veía en el deber moral de darle conversación a su víctima. Éste tipo, en sus buenos tiempos, era un reputado criminal, un " elemento " frío acostumbrado a resolver sin miramientos, pero se dio cuenta de que para sus víctimas se había convertido en una visita incómoda pero hasta cierto punto agradable. " Hay gente, Chaves, que está tan sola que te juro que he llegado a un momento en mi dilatada carrera delictiva en el que cometo la fechoría casi por un inesperado sentido de la misericordia. Hay sujetos dispuestos a ofrecerte cuanto tiene con tal de asegurarse de que volverás a su casa aunque sólo sea porque sabe que le darás conversación mientras les robas ".
Éste " forajido " es un tipo duro, un " chorizo " de los de antes, ya te digo, pero pasa muy malos tragos, ahora, por entrar donde no tiene que entrar. En una ocasión subió a " guindar " a un apartamento porque era enero y no soportaba el frío de la calle. No pretendía otra cosa que entrar en calor y aprovechar la tesitura para sustraer cualquier cosa que hallase a mano. Así me lo contó él, el otro día: " Al fondo del pasillo escuché toses. Ví a una anciana muy delgada metida en la cama. Había enfermado y llevaba tres días sin comer. Toqué su frente. Estaba tan fría que pensé que era estaba " fiambre ". Entonces te juro que me dije a mí mismo que lo que los suyos le habían hecho era sin duda peor que lo que yo pudiese hacerle. La vieja me confesó que había algo de dinero en un cajón de una cómoda. Y, joder, Chaves, aquella anciana me espetó: < llévate ese dinero, hijo. Te lo has ganado por vanir a verme. Es una suerte que hayas venido a robar > ".
Entonces mi reconocido " bandido " retiró la " pasta " del cajón, desanduvo el pasillo y se largó con la sensación de que se cruzaría por las escaleras abajo con los gusanos por los que esperaba impaciente aquel flaco cadáver despoblado...
-Corso-     

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