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sábado, 20 de diciembre de 2008

Siempre han tenido algo de equívocos los tres atributos que caracterizan la alegoría de la Justicia, una dama de buen ver vestida para rodar una película, si no fuera porque lleva una venda en los ojos, una balanza en la mano izquierda y una espada en la derecha. Los ojos vendados representan la imparcialidad, está muy mal visto que alguien presuma ser el ojito derecho de un juez o que, en el ejercicio se su sagrado magisterio, pudiera tenerle ojeriza a un justiciable.
En mi formación al respecto (dual o ambivalente, como veis siempre existe en mi vida la dicotomía), también adquirida de manera autodidacta y por ver muchas películas, de ficción y reales, se quedaron frases grabadas: "Todos somos iguales ante La Ley", o simbología, "la balanza", que simboliza la equidad, o, la "espada", recordando la capacidad coactiva de La Ley.
Tuve tiempo de recapacitar sobre la imagen y pienso, que todo está muy bien cuando todo funciona bien, pero, suponed que por alguna causa no controlable la balanza se desnivela y los platillos quedan a diferente altura. ¿Cómo se dará cuenta la ciega? Aun en el supuesto que la señora de la clámide esté dotada de una percepción extraordinaria, ¿cómo podrá usar la espada con rigor y a quien se lo merece, salvo que se quite la venda?
Los delitos rimbombantes se aplican casi siempre a los desgraciados de los últimos eslabones...una clara manifestación que criminaliza la pobreza y la exclusión...
Olvidar esto...una y otra vez...desde hace décadas...Y acudir para todo al sistema penal, civil, laboral y administrativo, nos empequeñece como seres humanos, esclerotiza la sociedad democrática, nos hace olvidar la hipoteca social, acabando todos salpicados de indignidad, pasando de puntillas sobre toda la carga de sufrimiento y de nobilísima lucha por la dignidad de las personas que llevan recorridos larguísimos y fatigosos itinerarios de exclusión social.

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