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martes, 23 de diciembre de 2008

Carta del 13/10/2002

Querido Juan:
Anoche atraqué a un fulano en el callejón a espaldas del "Café Musical". No debí estar muy convincente porque regresé a casa con un ojo morado y sin pistola. El tipo al final se apiadó de mi y me prestó cuatro euros para que pudiese salir de allí. Volví caminando. No me atreví a tomar un taxi. Con mi aspecto no me había extrañado que me atracase también el taxista. Con la mitad de los golpes que he recibido en la Vida dicen que un tipo esculpió la Venus de Milo. En casa nadie dijo nada. Es lógico que no te digan nada, sobre todo si llevas algunos años viviendo solo. ¿Sabes, amigo?, después en mi cueva recordé tiempos peores para sentirme mejor. Recordé aquella noche que un tío me pagó con un fajo de billetes falsos y además me sacudió una paliza. Fue terrible. Mis dientes eran harina de pescado. Estaba tan abatido que pagué en una gasolinera con ese dinero. La policía me detuvo de inmediato, sin darme tiempo a reaccionar. Faltó poco para que me detuvieran dos días antes. Aquel cabrón me tomó el pelo de mala manera. En los bajos fondos el dinero falso corre más suelto que la seda, muchacho, pero no es normal que los billetes de cien euros incluyan un anuncio de "Air Europa". Cuando comprendí mi error en Comisaría, se me soltó la tripa. Estaba sentado en un catre, muchacho, pero la mierda sonó bajo mis nalgas como si me hubiese sentado en la boca de Barry White mientras cantaba "Love´s theme".
Sé que ya no queda sitio para mi en la noche. He agotado mis ahorros y sólo podría jugarme el cuello apostándolo a cara y cruz con una gota de lluvia. He perdido impulso y mi coche ya no gallea en las curvas. Sólo me quedan el cansancio y el adorable recuerdo de cuando era niño y mi aspiración más ruin era hervir el agua oxigenada.
Quería ser útil a la sociedad. 

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