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sábado, 6 de diciembre de 2008

El asesino que se esconde dentro...

De igual forma que tenía un retocador de fotos encargado de redondear sus puntiagudas orejas, Stalin utilizaba tambien un degustador oficial de comidas, como otros dictadores "coleguitas" suyos, a fin de alejar la tentación de ser envenenado. Que se sepa, al menos seis individuos murieron a consecuencia de la ingesta de alimentos dispuestos para el dictador.
Matar, pues, siempre está condicionado por las circunstancias cuando no por la conciencia.
Recuerdo a un francotirador, asesino sin rostro de lunes a viernes, jugador de un roll letal y mortífero, que trajo en jaque a la Policía. Como en su día trajo de cabeza a Scotland Yard, Jack El Destripador, a quien la Historia luego pretendió identificar en vano...
Cierto es que el arma, de fuego o blanca, resulta una importante pista policial, amén, de ser un instrumento inocente en sí mismo; un cuchillo efectivamente mata, pero no necesariamente se usa para matar: el culpable nunca es el instrumento sino quien lo emplea de forma asesina. En los Estados Unidos de América resulta igual de fácil comprar un condón que una pistola, lo cual hace muy amplio el campo de posibles sospechosos ante un hecho delictivo.
Se sabe también que los móviles: pasional, étnico, ritual, económico, religioso, sexual, terrorista, etc., determinan las conductas criminales que en el caso referido del francotirador no parecieron existir.
Según los expertos y estudiosos de la materia, los asesinos en serie suelen matar indiscriminadamente sin selección previa de las víctimas en orden a un color, género/sexo o ideología, sino más bien por el puro placer de matar. Y aquí si que no cabe el adelantarse a los acontecimientos y la dificultad con la que se encuentra la Policía para tratar de evitar el hecho, procurándose tan solo la prevención.
Tampoco los crímenes del "Arropiero", que es el asesino en serie más conocido en España, tenía un móvil aparente, aunque en la psique subsista una "razón".
Han habido en la historia muchos crímenes que le han querido ser imputados a tal o cual individuo, que se convierten en pesadillas sin rostro, cuando no tenemos ADN, impresión dactilar, móvil aparente o sin cromosoma XY...Un fantasma del imaginario colectivo que aparece y desaparece cuando quiere y puede, a quien la Policía busca desesperadamente...
En realidad, los policías andan muchas veces de trás de la expresión externa del "homo violentus", o sea detrás de casi todo.

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