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domingo, 16 de agosto de 2009

Olía a pulpo chamuscado. El aroma se imponía en el Real que más parecía un erial. Feria. Bueno, mejor fiestas, que no pululaban tantas bestias. Antes...
Los torturados téntaculos del pulpo le podían al goloso algodón rosa, pompas de azúcar que como ameba te engullían.
De pequeño se apreciaba poco la gloria del manjar con ventosas y su liturgia, con esas patas asadas en infernillos o anafres casi neolíticos, patas que serruchaban con faca y te daban en cartuchos de papel estraza. Pulpo de la tierra que sabía a gloria. Ibas siempre con ojos de brótola de la mano de los grandes ( leáse papá, mamá, titos, padrinos... )
El objetivo final, los cacharritos, que en otros lares llamaban calle del Infierno. Difícil de entender porque aquello nunca fue calle ni nada, ni por supuesto, Infierno, sino gloria. Quitarle el escobón al fantoche del trenecito, dejar bien manchado el culete del que iba delante en el " carro de las patás ", pegarle puñetazos a las pelotas de la ola, aguantar hasta que las gomas de las barquillas apestaran a chamusquina, engarzar un patito de goma con culo premiado, calibrar los martillazos a la mirilla de la carabina para no dar nunca a un puñetero palillo, salivar ante turrones desconyuntados o atreverse con el látigo y la noria, los cacharros estrella. Antes.......
Es historia vieja, sí, perdida, pero no en la memoria. Ayer empezó otra, pero se siente, para el quebranto de los demás... el que suscribe... ya no va.

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