Todos los condenados al Infierno y al Purgatorio están sufriendo suplicios por haberse dejado arrastrar por las pasiones. Las personas maduras, estamos en la edad de la pasión, que es lo último que queda cuando se ha perdido todo lo demás. Los jóvenes no son apasionados sino ilusionados y, frecuentemente ilusos: tienen suerte porque aún piensan que les queda tiempo.
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