Todo el mundo quisiera poder cambiar: desde sus hábitos y su carácter; sus adherencias en forma de adicciones al tabaco, alcohol y drogas, o a comer o consumir por consumir... hasta ante una galopante alopecia o a sus excedentes de grasa corporal, de arrugas, de labios, de nariz; quizás hasta de relaciones sociales o sexuales...
Empeño harto difícil, pero a veces, indispensable para estar a gusto consigo mismo y ante las exigencias de la vorágine de ésta sociedad. Aunque, visto desde un prisma sincero, lo que en buena ley parece, es que urge muchísimo más es que cambien los demás...
La realidad final es que se necesita un hombre nuevo, un ser humano nuevo para cambiar el mundo, porque de verdad, duele todo lo que rodea este cainita sistema.
Los odios, malidicencias; la avaricia que sentencia la suerte de los más débiles y empobrecidos; el triste destino de la mujer prostituida por su necesidad o por la del " negocio " de otros... a la fuerza. O, ya en el planeta, en la tierra, la ingente pobreza, la hambruna, las enfermedades " originadas ", que mata por millones; los niños esclavos y los niños soldados; la vanidad; la soberbia; la sangrante rapiña de los poderosos sobre todos los recursos naturales y el medio ambiente; la corrupción; el cochecho; el asalto sexual; la violencia de género...
Ese hombre, ese ser humano nuevo debe suponer una condición radical, indispensable, con versión nueva y nada de una simple reforma o maquillaje, con objeto de evitar el Agora o el Apocalipsis....
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