En democracia, la soberanía radica en el pueblo y el político no es un jefe sino un servidor público.
Pero en este País, los políticos, más que mediocres profesionales que se dedican a la política son políticos pseudo-profesionales. Viven de ser políticos y, cuando están disputando un cargo público, están jugándose su propio " trabajo ", por lo que son capaces de vender hasta a su padre. Los partidos políticos son grandes empresas en las que se forman individuos que hacen méritos y van ascendiendo como el caracol, no por su lentitud, sino porque se arrastran, babean y llevan cuernos. El jefe del político pseudo-profesional no es ya el pueblo soberano sino el jefe del partido. Cuando una de estas " empresas/partidos/síndicatos " ( da igual las siglas ), llega al poder, lo que hace es darle trabajo a sus " empleados " y, como toda empresa, premia la sumisión, la fidelidad al jefe y la bajada de pantalones o faldas, desapareciendo el servicio a la sociedad y al interés común. Cuando esto ocurre, las leyes ya no están al servicio del bienestar colectivo sino del bien del gobernante. Los otros poderes del Estado se convierten en unos instrumentos más de los dirigentes pseudo-profesionales.
Quizá la solución esté en una revuelta silenciosa pacífica, pero audaz y perseverante, apoyada en la independencia de criterio. La solución está en obviar y ningunear los esloganes fabricados y ficticios..., pasa por desobedecer las leyes injustas, por romper tantos círculos viciosos de silencio, por no arrodillarse ante los políticamente correcto... La tarea es difícil, ardua y quizás utópica, pero merece la pena. Es más cómodo ser súbdito y vasallo, esclavo y siervo, plebeyo y feudatario que ciudadano, pero es más digno ser ciudadano que lameculos...
- JACH -
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