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sábado, 17 de enero de 2009

En este principio de siglo, cuando el mundo atraviesa unas de sus peores crisis, económica, ética y moral, la humanidad confunde el realismo con la muerte de la imaginación; el aprendizaje constituye no ya una utopía, sino una materia digna del sueño. Y, ciertamente, como otrora nos enseñaron la felicidad no se busca ni se encuentra, ni se da, ni se quita, ni se recibe: se enseña y se aprende mediante procedimientos que requieren su tiempo, su equilibrio, porque la sensibilidad humana presenta a la hora de ser esculpida, más resistencia que la roca. 

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