Qué verán mis ojos lamentados
en ésta, la más triste apariencia.
Del humano que ya no es humano,
tirando, por la fe, la sapiencia.
Cuánto dolor es el que me ciega
de ver ciegos manchados de sangre.
Con la sangre de aquel que reniega,
y su verdad, osando, la aplaque.
Qué dolor, que jalean al cielo.
Qué dolor, que rinden a bandera.
Qué dolor, que adoran un ídolo.
Qué dolor de muerte a la ligera.
Fanáticos son. Son fanáticos.
De todos los lugares del mundo.
De todos tipos, en cualquier tiempo.
De todo credo, Estado, grupo.
Qué mirada fiera, inamovible.
Qué falta de piedad y clemencia.
Y qué puño armado, qué terrible.
Qué poca vista e inteligencia.
Porque aquel de allí ya no es un hombre.
Esa mujer de allá tampoco es tal.
Son bestias, marionetas, títeres;
mataron a Razón para matar.
-Corso-
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