No sé que pensarán sociólogos y psicólogos, pero hoy después de dialogar con mi pareja sobre una programación que una cadena privada realizaba ayer sobre la una de la madrugada, en la que se exbía " con toda naturalidad ", escenas de pornografía explícita y de que posiblemente muchos menores la pudiesen estar visionando; se me vino a la cabeza que el bucle degenerativo, vicioso y corrupto de la juventud y de la sociedad en general comenzó el día que quitaron los " rombos " de la televisión. Cada vez que se inciaba un film, los niños de mi generación fijábamos la vista en la esquina superior derecha de la pantalla y aguantábamos la respiración unos segundos a la espera de que aparecieran los dichosos " rombos " que nos podían mandar a la cama sin escala alguna en el salón. En algún momento de la transición aquellos símbolos calificativos de moralidad se consideraron una herencia tenebrosa del franquismo y desaparecieron de um plumazo, ante la aprobación general, que saludó la medida como un pequeño logro más en la expugnación de las libertades democráticas. Pero, los " rombos " de la pequeña pantalla no sólo informaban de si la película era tolerada para menores, sino que también recordaban cada noche a los espectadores algunos conceptos elementales: primero, que hay contenidos, categóricamente y tajantemente, para adultos, y que se debe discernir entre ambos; segundo, que la estrategia educativa pública contempla necesariamente el establecimiento de normas, métodos y prohibiciones, inhabilitaciones a los menores; y, tercero, requerían a los padres a ejercer su autoridad y tutela, sin excusas, sin pretexto o disculpa, e imponer el cumplimiento de dichas instrucciones...
Tres décadas después, todos estos supuestos elementales y básicos, se han olvidado no sólo para las cadenas, sino que también para los progenitores, preceptores, consejeros, valedores, maestros, ayos, y, lo que es peor, en el entorno familiar y privado.
Se sigue impregnando de derechos a los menores y se les exoneran de cualquier obligación. No sólo se les abre de par en par la ventana del receptor para que vean la vida adulta, sino que se les ofrece la libertad absoluta, el libertinaje y liviandad para protagonizar su propia película en la vida real. Se pensaba que una generación más libre que la nuestra y postreras ( aquellas de la transición ), iban a poder filmar maravillas como " Muerte en Venecia ", pero no, se ha conseguido nada más que: " Alcásser ", " Violación y asesinato en Sevilla ", etc. Y encima no les puedo poner " dos rombos "............
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