Puede que la llegada del verano y sus calendas repercutan de alguna manera en las neuronas humanas y produzca efectos incomprensibles.
Así, por ejemplo, quienes viven preocupados por la "salud" medioambiental, apelan por sobre cargar los precios del tabaco en evitación de enfermedades cardiorespiratorias, de tal manera que la gente fume menos, no por convicción sino porque ya no les llega el dinero para pagar la cajetilla de cigarrillos.
Aún así, quien quiera inyectar sus pulmones de humo, lo va a seguir haciendo por más que se empeñen aquellos que se "preocupan" por la "salud ajena" y de recaudar, aunque les importe una mierda quienes se las ven y se las desean para llegar a final de mes o un trozo de comida a la boca.
Y en esa inmensa tesitura, "gravar" un impuesto en los combustibles, so pretexto, también, de disminuir la contaminación "ambiental" resulta más una estocada hasta la bola en la "chepa" de los ciudadanos que un "paliativo" a una economía de suyo damnificada por un cierto despilfarro para una determinada "prosapia", mientras la mayoría silenciosa y sumisa ve sucederse los despropósitos en una crisis, cuyo final se dilatará más y más.
Una sangría cuando cada vez más hay más parados y muchas de las personas ya ni cobrán la prestación de desempleo.
El tributo sobre el carburante es una temeridad, el del tabaco es admisible toda vez que el tabaco no es un artículo de primera necesidad. El fuel es imprescindible para el transporte público y privado y para el desenvolvimiento de la sociedad en general.
La economía depende en gran manera de esos precios e imponer a dichos productos una tasa añadida es apretar, aún más, las "tuercas" de las haciendas particulares, con las repercusiones tremendas que una medida de esa naturaleza tiene en el panorama económico actual.
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