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miércoles, 18 de enero de 2012

Estamos más que acostumbrados a los vendedores de humo, a los que prometen por unos euros (la cantidad depende de la avaricia del vendedor) y a los que acaparan canales de TDT, páginas de revista de todo tipo o espacio en la blogosfera por acabar con tu problema en cómodos plazos. Esta práctica, la picaresca, es muy, muy antigua. Haciendo una búsqueda bibliográfica te puedes encontrar con facilidad el típico escrito del siglo de Oro español en el que se decía:
por cada pícaro hay 1.000 imbéciles
dando así a entender que los vendedores de humo se sostiene en la incultura y/o la credulidad de la gente.
Un escrito que me ha llamado la atención es el artículo firmado por Pío Baroja llamado “Los mendigos” dentro de su obra “Vitrina pintoresca”, un libro aparecido en 1935 donde se recogen sus ensayos y artículos que aparecieron en el periódico “Ahora” durante la Segunda República. En “Los mendigos” Baroja nos habla a su vez de otro libro titulado “El azote de tunantes, holgazanes y vagabundos. Obrita divertida útil, en la que se describen los engaños de los vagabundos y falsos mendigos que corren por el mundo a costa nuestra”, impreso en 1803 por Mateo Repullés. En esta obra se hace un listado de nombres dados a los pícaros, sorprendiendo por su diversidad:

Biantes, felsos, afrailes, abordones, acaptivos, afarfantes o farsantes, acapones, lagrimantes, aturdidos, acayentes, cañabaldos, prestadores, tembladores, admirantes, milagreros, aconios, atacantados, mendrugueros, crujientes, clerizontes, rebautizados, palpadores, harineros, lampareros, reliquieros, paulianos, colisiarios, lavanderos, croceantes, compadreros, familiosos, pobres vergonzantes, morganeros, testadores, atrasados, hormigotes, ensalmadores y claveros.
Magistral el adagio con el que el autor describe a estos pícaros:
Con arte y con engaño
se vive medio año;
con ingenio y con arte
se vive la otra parte
¿Quién no se acogería a este adagio para contestar a ciertos comentaristas que aparecen por aquí de tanto en tanto?

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