Confirmo que no sólo no me gusta Torrente sino que asimismo me asquea, me repugna su chulería dramaticamente infundada, su seguridad de chapucero, su convicción en lo cutre y su plenitud en la estupidez.
Torrente es síntoma de dos cosas: de lo malo que es nuestro cine, que alcanza en él su máxima talla, y de lo fea que es la España de hoy, que él refleja con admirable fidelidad. Torrente se ha ganado palmo a palmo esa legitimidad moral que ahora le da su triunfo taquillero. Su adlatere femenino es Belén Esteban.
Ha tenido que esperar años para esta entrega de la " Lethal Crisis " y a la crisis misma para su apoteosis. Ha esperado porque aún España no se parecía del todo a su rostro apaleado y apaellado. Pero ahora sí se parece.
Ahora somos Torrente.
Santiago Segura ha hecho con él lo que le anunció Picasso a Gertrude Stein cuando ésta se quejó de su retrato: " No se parece pero se parecerá... " Sí. Es obligada una quinta entrega que se titule: " Torrente en el Caso Faisán ".
Yo es que ya lo veo cortando vídeos con unas tijeras de pescado, con su eficiencia zafia, su patosa solvencia de calamidad nacional. Lo imagino en los urinarios de ese bar de Irún, mientras se pajea, diciéndole a un compañero: " La negociación es la negociación, aquí se cortan vídeos y lo que haga falta... "
A Torrente, Segura lo ha hecho fachilla, pero no tiene ideología. Es las dos Españas, lo peor de las dos.
Porque es obvio que España tiene un " brazo tonto de Ley " a la hora de enfrentarse a ETA. Por eso ésta dura ya medio siglo.... y lo que le queda.
-Corso-
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